jueves, 22 de marzo de 2012

¡Baila, baila, muñequita!

- Sí, es una canción para las niñas muy pequeñas -aseguró tía Malle -. Yo,
con la mejor voluntad del mundo, no puedo seguir este «¡Baila, baila,
muñequita mía!» -. Pero la pequeña Amalia si la seguía; sólo tenía 3 años,
jugaba con muñecas y las educaba para que fuesen tan listas como tía Malle.
Venía a la casa un estudiante que daba lecciones a los hermanos y hablaba
mucho con Amalita y sus muñecas, pero de una manera muy distinta a todos
los demás. La pequeña lo encontraba muy divertido, y, sin embargo, tía Malle
opinaba que no sabía tratar con niños; sus cabecitas no sacarían nada en
limpio de sus discursos. Pero Amalita sí sacaba, tanto, que se aprendió toda la
canción de memoria y la cantaba a sus tres muñecas, dos de las cuales eran
nuevas, una de ellas una señorita, la otra un caballero, mientras la tercera era
vieja y se llamaba Lise. También ella oyó la canción y participó en ella.

¡Baila, baila, muñequita,
qué fina es la señorita!
Y también el caballero
con sus guantes y sombrero,
calzón blanco y frac planchado
y muy brillante calzado.
Son bien finos, a fe mía.
Baila, muñequita mía.
Ahí está Lisa, que es muy vieja,
aunque ahora no semeja,
con la cera que le han dado,
que sea del año pasado.
Como nueva está y entera.
Baila con tu compañera,
seréis tres para bailar.
¡Bien nos vamos a alegrar!
Baila, baila, muñequita,
pie hacia fuera, tan bonita.
Da el primer paso, garbosa,
siempre esbelta y tan graciosa.
Gira y salta sin parar,
que muy sano es el saltar.
¡Vaya baile delicioso!
¡Sois un grupo primoroso!

Y las muñecas comprendían la canción; Amalita también la comprendía, y el
estudiante, claro está. Él la había compuesto, y decía que era estupenda. Sólo
tía Malle no la entendía; no estaba ya para niñerías.
- ¡Es una bobada! - decía. Pero Amalita no es boba, y la canta. Por ella es por
quien la sabemos.

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